En los últimos días ha aparecido en los periódicos e informativos la noticia de que las cataratas del Niágara se han congelado por el frente polar que azota el Norte de los Estados Unidos.
No sé a vosotros, pero para mí la simple idea de que una masa tan enorme de agua en movimiento se pueda congelar es difícil de creer.
A continuación vamos a intentar responder a esta cuestión: ¿Es posible que las cataratas del Niágara se congelen, o nos encontramos (una vez más) ante un ejemplo del poco rigor con el que tratan muchos periodistas los temas científicos?
UN POCO DE FÍSICA
Lo primero que deberíamos aclarar es que los ríos pueden congelarse, pero normalmente no lo hacen en su totalidad. Cuando la temperatura media es menor que cero durante más de 48 horas (Tmed < 0 oC) empieza a formarse hielo en la superficie del río. Con los días la capa superficial se congela del todo y deja de fluir, pero debajo de ella el río (líquido) sigue su curso. La principal razón por la que el agua del fondo suele mantenerse líquida es que la capa de hielo superficial (que se mantiene a 0 oC) la aísla del aire exterior más frío.
El hecho de que el hielo flote puede parecer normal (porque lo hemos visto muchas veces), pero en realidad es algo excepcional en la naturaleza. La tendencia normal es que una masa disminuya de volumen al congelarse, pero el agua presenta un comportamiento opuesto: su densidad a 0 oC es de 999,8 kg/m3 para el líquido y de 918 kg/m3 para el sólido (ocurre algo parecido con el silicio, el bismuto y el cadmio).
Esta anomalía causa la rotura de tuberías y recipientes (quien no se ha olvidado una botella de cava o de cerveza en el congelador), y es crucial para la supervivencia de la vida acuática en las aguas frías, pues si el hielo se hundiese y no aislase las aguas profundas del aire gélido, se congelarían también los seres vivos y morirían.
En el caso de las cataratas de Niágara, las masas de agua involucradas son enormes (2.800 m3/s de caudal medio) y por tanto es imposible que los ríos que las abastecen se congelen en su totalidad. Sin embargo, sí puede suceder que ante condiciones de frío extremo las superficies del río Niágara y los demás de la zona se congelen. Cuando eso pasa, la parte visible de las cataratas se convierte en una espectacular escultura de hielo de más de 15 metros de espesor, pero el agua sigue fluyendo en el interior de sus entrañas.
UN PASEO POR LA HISTORIA
Hay varios registros históricos que verifican la congelación de la superficie de las cataratas del Niágara:
1848: Las cataratas se quedan sin agua
La fotografía en sepia muestra las cataratas durante una ola de frío, en Marzo del 1848, en la que se alcanzaron los -35 oC. Parece que en esta ocasión el agua dejó de fluir por el río Niágara y las cataratas se quedaron sin agua líquida durante unos días, probablemente debido a un dique de hielo en el lago Erie.
1902: Gran manantial de hielo
La segunda congelación documentada data del año 1902. La fotografía muestra un gran manantial de hielo y decenas de personas mirando el extraordinario fenómeno.
1911: Una postal
Esta imagen está escaneada de una tarjeta postal originariamente pintada a mano. La tarjeta se encuentra en la Biblioteca Pública de las Cataratas del Niágara y su matasellos data del 25 de agosto del año 1911, aunque la foto probablemente no se tomara ese año. El dibujo es impresionante, por la gran acumulación de hielo y por los témpanos cristalinos que ocultan el flujo de agua del interior de las cataratas.
1936: El “puente de hielo”
En esta imagen panorámica de la parte americana de las cataratas se puede ver perfectamente un “puente de hielo” natural entre las dos laderas del río Niágara. Cuando esto sucede, se puede cruzar el río a pie, aunque está prohibido hacerlo desde que, en 1912, el puente se rompió de repente arrastrando a tres personas.
2014: No tan congeladas como se dice
Aunque las fotografías de estos últimos días son también espectaculares, muestran que en esta ocasión la superficie de las cataratas no se ha congelado en su totalidad. A temperaturas de -20 oC, el caudal del río Niágara ha quedado parcialmente helado y la cornisa del precipicio (53 metros de altura) petrificada.