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En poco más de 24 horas sabremos si Alemania o Argentina se han coronado como la selección campeona del mundo. Se hablará sobre esa acción decisiva en la que el árbitro se equivocó, o sobre si la estrella de la final fue Messi, Khedira o Klose. Pero durante este interesante mes futbolero ha habido una estrella que ha jugado cada uno de los partidos y sin embargo ha pasado desapercibida. Su nombre: Brazuca. La pelota del Mundial.

Si has estado atento a los resultados te habrás percatado de que se han marcado muchos goles, muchos más que en los últimos Mundiales. Con 167 goles en 62 partidos y todavía dos por disputar (el tercer puesto y la gran final), el Mundial de Brasil 2014 ha superado con creces los goles marcados en el Mundial de Sudáfrica 2010 (145) y en el Mundial de Alemania 2006 (147). En realidad está a sólo cuatro tantos del récord absoluto, que tiene la Copa del Mundo de Francia 1998, en la que se lograron 171. ¿Han afinado la puntería los delanteros? ¿Han fallado los porteros más de lo normal? Pues parece que no, en realidad la pelota ha tenido mucho que ver.

Un poco de Historia

Cuando se empezó a jugar la Copa del Mundo, en 1930, la pelota tenía aún múltiples diseños y materiales. Así, cada país anfitrión intentaba imponer un balón de fabricación propia. Esto duró hasta que en 1970 la FIFA proclamó a la marca deportiva Adidas como la encargada de subministrar los balones para los futuros Mundiales.

Desde entonces, cada cuatro años Adidas cambiaba el diseño para acometer mejoras en sus prestaciones (aunque todos sabemos que también por importantes razones comerciales). Sin embargo su forma básica era siempre la misma: la superficie externa consistía en 32 paneles cosidos a mano. Pero el año 2006 llegó la polémica.

Ese año se presentó la nueva pelota, llamada Teamgeist. Se caracterizaba por tener sólo 14 paneles, pegados mediante calor. Estos cambios resultaron en una superficie más suave de lo habitual, lo cual demostró ser un auténtico desastre. El balón se comportaba de manera totalmente impredecible, y los disparos no seguían la trayectoria esperada por los delanteros. En 2010, Adidas intentó arreglar el “desastre” con la pelota Jebulari, pero no resultó. De nuevo un balón loco. Los jugadores comentaron que parecía tener vida propia.

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Para el Mundial de Brasil 2014, se ha vuelto a hacer un cambio revolucionario en el diseño de la pelota, y parece que esta vez sí que ha funcionado. Brazuca parece seguir la trayectoria pensada por los jugadores a la perfección, de manera que a los delanteros les está siendo más fácil hacer gol. Además, ha permitido a muchos porteros hacer grandes actuaciones, pues para ellos tampoco es fácil predecir el comportamiento de un balón que se mueve a lo loco.

¿El secreto? Una pequeña capa de aire que rodea al balón cuando se mueve: la capa límite.

Balones y Aerodinámica

Todos los objetos tienen una capa límite, que es la zona junto a la superficie en la que el fluido se ve perturbado por el movimiento del objeto. En un balón de fútbol, ésta mide sólo uno o dos milímetros (ver figura). El caso es que la capa límite puede ser laminar o turbulenta y pasa de una a otra alrededor de una velocidad crítica. Si la velocidad del balón es menor que la velocidad crítica su capa límite será laminar y si supera la velocidad crítica será turbulenta. Y lo que sucede es que la capa límite turbulenta es más energética que la laminar, por lo que se mantiene más rato pegada a la superficie, lo cual hace que el balón tenga menos resistencia aerodinámica. Por lo tanto, si en un disparo, el balón supera la velocidad crítica, su capa límite pasará de laminar a turbulenta, el punto de separación se retrasará y su resistencia aerodinámica disminuirá de golpe. Para un físico es algo normal, pero para el jugador es un problema grave, pues esta variación repentina de la resistencia hará que la trayectoria de la pelota sea errática e impredecible.

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Así, los extraños movimientos de los balones del 2006 y del 2010 se debieron a que su acabado superficial (menos paneles y más lisos) modificaron su velocidad crítica, pasando a ser cercana a los 80 kilómetros por hora. Y resulta que ésta velocidad es, más o menos, a la que chutan los futbolistas al tirar a portaría. Por lo tanto, el delantero disparaba y al superar el balón los 80 km/h su resistencia caía de golpe y hacía un extraño.

En cambio, el nuevo balón del presente Mundial, ha sido diseñado con seis paneles pegados sin costuras y con una rugosidad superficial óptima para que su velocidad crítica sea de 61 km/h. Al ser esta velocidad menor que la del golpeo habitual, la pelota está todo el rato en el régimen de capa límite turbulenta y no va a hacer movimientos raros. Además, en dicho régimen, la resistencia es menor y, por tanto, la velocidad final del disparo mayor.

Otra ventaja de la mayor rugosidad de la superficie del balón es que es más fácil darle efecto, así también será más controlable. En el increíble gol de falta directa que Messi marcó contra Nigeria (ver vídeo), probablemente influyo el tener un balón tan bien diseñado como el Brazuca.

De momento tenemos suerte de que ningún entrenador sepa casi nada de física de fluidos, sólo faltaría que empezaran a darle la culpa a la capa límite de sus derrotas.

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