El ser humano tiene un imparable instinto de búsqueda, de avanzar hacia lo desconocido. Este impulso esencial, junto a la certeza de que algún día la Tierra ya no va a poder alojarnos, hacen que la colonización de otros planetas sea imprescindible para que nos perpetuemos en el universo.
En este genial corto, titulado “Wanderers”, el artista sueco Erik Wernquist reflexiona sobre un futuro en el que la humanidad ya habita otros mundos. Para ello ha usado la voz del mítico Carl Sagan, leyendo fragmentos de su libro “Pale Blue Dot”.
Wernquist ha creado las escenas a partir de imágenes reales, tomadas desde la tierra o en alguna misión espacial. Me parece espectacular que las vistas de Júpiter que aparecen al inicio del corto sean las captadas por la sonda Voyager 1 hace más de 35 años, o que el precioso atardecer marciano sea el gravado por el rover Spirit en 2005.
El resultado es impecable. Las imágenes, la música y el texto logran transportarnos muy muy lejos, en tan solo tres minutos. Pero además, es muy gratificante ver que el director ha intentado ser realista y usar criterios científicos coherentes. A ver si aprenden algunos de los que gastan millones de dólares en 90 minutos de efectos especiales sin rigor ni mensaje alguno.
Ahora clica en el vídeo, pon el modo de pantalla completa, sube el volúmen y sueña:
Y no dejes de visitar la galería con explicaciones de cada una de las escenas y una disección de que recursos fueron utilizados.
Texto original:
For all its material advantages, the sedentary life has left us edgy, unfulfilled. Even after 400 generations in villages and cities, we haven’t forgotten. The open road still softly calls, like a nearly forgotten song of childhood. We invest far-off places with a certain romance. This appeal, I suspect, has been meticulously crafted by natural selection as an essential element in our survival. Long summers, mild winters, rich harvests, plentiful game —none of them lasts forever.
Your own life, or your band’s, or even your species’ might be owed to a restless few—drawn, by a craving they can hardly articulate or understand, to undiscovered lands and new worlds.
Herman Melville, in Moby Dick, spoke for wanderers in all epochs and meridians: “I am tormented with an everlasting itch for things remote. I love to sail forbidden seas…”
Maybe it’s a little early. Maybe the time is not quite yet. But those other worlds— promising untold opportunitie —beckon.
Silently, they orbit the Sun, waiting.
Traducción del texto (por Miquel Sureda):
A pesar de sus ventajas materiales, la vida sedentaria nos ha dejado inquietos, insatisfechos. Incluso tras 400 generaciones en pueblos y ciudades, no hemos olvidado. El campo abierto sigue llamándonos en voz baja, como una canción de la infancia ya casi olvidada. Conquistamos lugares remotos con cierto romanticismo. Esa atracción, sospecho, se ha ido desarrollando meticulosamente, por selección natural, como un elemento esencial para nuestra supervivencia. Veranos largos, inviernos suaves, buenas cosechas, caza abundante —nada de eso es eterno.
Nuestra propia vida, la de nuestra gente, o incluso la de nuestra especie, podrían deberse a unas pocas personas inquietas —atraídas por un ansia que apenas eran capaces de expresar o comprender, hacia tierras por descubrir y nuevos mundos.
Herman Melville, en Moby Dick, habla en favor de los aventureros de todas las épocas y latitudes: “Estoy poseído por una atracción permanente hacia las cosas remotas. Adoro surcar mares prohibidos…»
Quizá todavía sea un poco pronto. Quizá no haya llegado el momento. Pero esos otros mundos —promesas de incalculables oportunidades— nos llaman.
Silenciosamente, orbitan el Sol, esperando.
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